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© Carme Barba
Relato
inspirado en: “Inteligencia erótica”, de Esther Perel
El 23 de abril,
Cataluña se convierte en el día de los enamorados en el que rosas y libros salen
a la calle para ser compartidos entre las personas queridas y amadas. Se
celebra así un evento de pasión y de cultura sin igual en el que, sin duda, se
ofrece la mejor oportunidad para desvelar unos sentimientos de los que no
siempre somos capaces de manifestar. Esta es una reflexión que deseo compartir
con vosotros
Feliz Diada erótica
de Sant Jordi 2014
(Carme Barba)
Lo
observo mientras prepara la cena y recuerdo aquel deseo de seguridad y de
protección del que tanto me enamoré y no logro entender por qué ahora, después
de tantos años de convivencia, surge en mí una necesidad igualmente fuerte de
aventura y de novedad que me arrastra con urgencia a lo desconocido, a lo
inesperado, a lo prohibido…Y me pregunto: “¿cómo puedo ganar la batalla a esta
contradicción de sentimientos sin asolar lo que juntos hemos construido, sin
robar los buenos momentos, sin caer en la tentación de dejarme atrapar por las
garras de este dragón que ronda mi hogar y que se considera con licencia para entrar
y mi sexo acechar? ¿Qué puedo hacer para evitar su aliento maloliente que desde
la distancia envenena el aire que respiro y enrarece mi libido? ¿Cómo escapar
del desasosiego que sufre esta oveja descarriada antes de que sucumba su
feminidad atormentada? ¿Acaso la única forma de acallar a la bestia sea darle
lo que pide y caer como su presa? Pero, si es así, ¿cómo hacerlo sin sentir
remordimiento y sin levantar sospecha? ¿Quizás serviría buscar un monstruo
diferente cada día para así evitar la obsesión y no caer en la tentación?” ¡Qué
dilema el que atormenta a la que un día fue princesa y hoy solo se siente
diablesa! Mas ya no hay marcha atrás y llega el día temido. Cuerpo a cuerpo,
ella se deja llevar por el desafío sin contar con la aparición de su valeroso
caballero quien, sin miedo ni maldad, está convencido de no querer perder lo
que ama de verdad. La batalla es cruenta y es tras la victoria cuando ella se
da cuenta: “El misterio no reside en viajar y de nuevos lugares gozar sino en
observar el ya conocido y darle un nuevo sentido”. Es curioso, que en esta paradoja
entre el amor y el deseo desconcierta que la protección y la preocupación, que
un día fueron la base de nuestra unión, se acaben convirtiendo en las mismas
que ahora nos sofocan la pasión y nos eclipsan la imaginación. Y en esta
desazón, una se pregunta:“¿Qué hay tan bueno allá fuera que nosotros no podamos
sembrar y en breve cosechar? Lencería atrevida, juguetes sexuales, literatura
erótica, ¿quizás? Nunca lo hemos probado, ¿qué perdemos pues en intentarlo?” Al
principio se me hace raro, pues el conjunto es muy atrevido y veo como enardece
su libido: “No te equivoques, querido, no quiero más sexo, sino más sentido”.
No tardo en ser testigo de su confusión y le propongo otra opción: “¿Qué te parece
si reconquistamos las travesuras olvidadas, combatimos los tabúes sexuales
heredados y recuperamos la chispa con la que un día despegamos?” Ahora, pasado
un tiempo, me refiero a esta imprudente andanza al igual que hizo el ingenioso
hidalgo Don Quijote de la Mancha: “En un momento de mi vida, de cuyo origen
prefiero olvidarme, no ha mucho tiempo que un dragón cautivó mi seno, de los de
fuego en boca, tentación en garras y ansias de querer lo ajeno”. “¡Qué
descubrimiento tan inesperado ver que el erotismo vive justo a mi lado!”,
pienso observándolo desde el otro lado de la mesa. Él alza la vista como si me
hubiera escuchado y yo me ruborizo y me delato, cortándome con la hoja de la
novela que compartimos y que en la intimidad revivimos. Y allí donde una
diminuta gota de sangre cae de mi dedo, cada veintitres de abril aparece una
rosa roja, la más aterciopelada y olorosa que una mujer pueda desear y de su
amado caballero tomar.
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