EN ESENCIA

Escrito por Isabel de La Granja

Hoy tengo un hombre y dos mujeres. Las prefiero a ellas: huelen a sábanas de encaje, cantos rodados y nubes de plenilunio. Los hombres son añejos como madera de buhardilla, cuero mojado y fruta macerada en alcohol. Sin embargo, algunos evocan a niños bien planchados y hay mujeres tan adustas que me asfixian como toallas enmohecidas...
Entra la primera. Veintipocos, castaña clara, ojos miel, complexión media. Trae fragancias de trigo verde, arena de desierto y pagoda china. Desprende sensualidad y naturalidad pero no se agarra al suelo, le faltan raíces. Mezclo romero, manzanilla y una pizca de flor de mandarina y le hago un masaje profundo en los pies. Un olor cítrico rebota en el techo y nos envuelve. Al acabar, me abraza agradecida y se aleja a buen paso.
Mientras la miro se cuela el siguiente. Es un chico alto de treinta y tantos, bien hidratado, con sonrisa perfecta. Huele a madera de teka, babas de golden retriever y a moto de gran cilindrada. Tiene la espalda machacada a malas posturas. Recorro despacio su espina dorsal y me quedo en las suprarrenales untándoselas con una mezcla de cabernet sauvignon, esencia de salvia y destilado de moras. El tufillo a vino tinto se nos sube a la cabeza y acabamos a risa pelada.
Entre lágrimas no despedimos. Me siento cansada cuando asoma la cabeza la última de la tarde. Pasa los cuarenta pero es atractiva y estilizada, con una enigmática mirada oscura. Enseguida me llega su fuerte aroma: hierba recién cortada, dunas de playa y estalactitas submarinas. Se agarra a la camilla como un loro a la percha. Las manos son su punto débil. Mezclo artemisa, jazmín y agua de coco. Aprieto el monte de Venus de sus palmas y presiono entre el dedo gordo y el índice. Se queja, pero inmediatamente se suelta toda ella. La dejo sola al final de la sesión y salgo a respirar.
Por hoy he acabado. Me lavo las manos para eliminar la inseguridad de la veintiañera, la borrachera del motero y la crispación de la cuarentona. Necesito recuperar mi esencia. Acerco mis manos a la nariz e inspiro. No huelo a nada.
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